Coronavirus – Salud pública y bioética

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Desde hace unos días se nos pide una panoplia de medidas individuales con una trascendente repercusión colectiva. Para poder adherirse a las medidas de distancia social, cambiar los hábitos de saludo e higiene de manos, transporte individual,…etc, la clave reside en asumir que la conducta que uno tenga, no solo afecta a sí mismo, sino a la colectividad.

También en entender cuál es el objetivo: retrasar la infección – » aplanar la curva» de la demanda.

 

Aplanar la curva

Si atendiendo a mi interés individual – desoigo las recomendaciones y salgo de casa, no mantengo la distancia de seguridad, sigo apretando manos o dando besos, posiblemente es un riesgo mínimo o asumible para uno mismo, pero uno puede ser transmisor de la enfermedad a personas vulnerables.

Adapted from The Economist

Siguiendo a Javier Segura en su Blog de Salud Pública y atendiendo a la epidemiología (inescindible de la sociología, de la antropología y de la política, como traducen las epidemias): un dato importante es el porcentaje de infecciones subclínicas (las que cursan sin síntomas o son tan leves que pasan desapercibidas), así como el porcentaje de casos con capacidad de contagio preclínico (uno o dos días antes de tener síntomas; normalmente el periodo de transmisibilidad o contagio coincide con el de síntomas, pero a veces se puede contagiar durante el periodo de incubación, es decir, el periodo entre que me he contagiado yo y tengo los primeros síntomas). Algunos trabajos publicados los cifran entre un 20 y un 60%. No es buena noticia, pues implica la necesidad de aislar y observar a los contactos asintomáticos, así como de asumir la dificultad de impedir la epidemia con medidas de contención.

Reseteemos nuestra mente y no perdamos el objetivo: aplanar la curva, aliviar el desborde del sistema sanitario, y darles tiempo a que estos se pertrechen de las UCIS y respiradores que la población va a necesitar en fechas próximas.

Salud Pública y Bioética

Y siguiendo a Eduardo Duro en sus conclusiones en este interesante artículo el coronavirus y sus repercusiones forman parte de la disciplina denominada salud pública, cuya relación con la bioética suele mostrar cierta conflictividad, en la medida en que la autonomía del sujeto debe ajustarse a las necesidades de la comunidad, en determinadas circunstancias.

La salud pública muestra una aparente colisión entre el interés individual y el colectivo, sin embargo, cuando las personas mantienen una capacidad de análisis en la que visualizan su interés y sus acciones frente a los demás, y  a la vez el impacto de las acciones de salud individualmente y en el colectivo, pueden apreciar la necesidad de políticas de salud pública que permitan conciliar los intereses  de ambos sobre la base de los valores de responsabilidad y solidaridad.

Ya en la conceptualización de la alerta en salud pública como “toda sospecha de una situación de riesgo potencial para la salud de la población o de trascendencia social, frente a la cual sea necesario el desarrollo de acciones de salud pública urgentes y eficaces, se advierte claramente el énfasis en el interés colectivo”

En un mundo intercomunicado, el resguardo ante brotes y epidemias adquiere una dimensión global, en que el individualismo desaparece y surge la vulnerabilidad y necesidad de protección del Estado. Esta protección debiera verse reflejada en medidas urgentes, efectivas y eficaces desde la salud pública y en la prevención y evitación de información falsa o interesada, cualquiera sea su fuente.

Según Aristóteles: ”es evidente que todas las asociaciones tienden a un bien, y tiende sobre todo al bien supremo entre todas ellas la que es suprema entre todas las demás; que es la que se llama  Estado y sociedad política”.

La política pública debe honrar este pensamiento como reaseguro de sus ciudadanos. Siguiendo a Darras (2004) cabría preguntarse “si la palabra “bio” ética es la más apropiada cuando se entra en el terreno de la salud pública.

En efecto, induce a pensar en términos biológicos más que en términos sociales, en prácticas individuales más que de organizaciones, en problemas de vida y muerte más que de justicia y democracia”

El coronavirus – como todas las epidemias que en el mundo ha habido – nos hace tomar consciencia de nuestra interdependencia, de la importancia de la acción individual para preservar el bien común.

En el siglo XXI tan individualista y que desoye sistemáticamente las advertencias ante el cambio climático, los microplásticos y ahora el coronavirus, está siendo un interesante ejercicio que habrá que saber interpretar cuando todo pase.

Aquí les dejo un imprescindible artículo del New England Journal sobre la historia de las epidemias –  está en abierto y léanlo, el navegador chrome permite la traducción automática si les interesa.

Quedarse en casa y no salir

Sólo llevamos 3 ó 4 días y ya lo padecemos …… como dice Margarit hoy en La Vanguardiala vida nos tiene que pillar leídos¡

 

Foto: Gripe española 1918

2 Comentarios

  1. José Manuel dice:

    Tiempos para la Bioética en los que el principio de autonomía (yo) choca el principio de no maleficencia (nosotros) y donde el principio de justicia (recursos) adquiere un protagonismo clave en un escenario inédito en nuestro entorno. Muy interesante la entrada. Un saludo!

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    1. Buenos días José Manuel , gracias por tu comentario. Realmente ante esta situación extrema o sumamos o restamos, no existe la posición intermedia.

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